jueves, 10 de marzo de 2011

Un reino animal de otra época

En un sótano de la Facultad de Ciencias de la Universidad de Salamanca, hay una colección de piezas fósiles únicas. Procedentes en su mayor parte de la Cuenca del Duero, aunque hay ejemplares de muchos países del mundo, pertenecieron a un reino animal vivo hace millones de años y todavía emparentado con el actual. Hay mamíferos de especies desaparecidas, pero sobre todo hay cocodrilos y tortugas hechas piedra y, precisamente, este último animal le da nombre a la colección.

La Sala de las Tortugas tiene catalogadas 15.000 piezas, pero sólo expone 700 y en un espacio muy reducido. Aún así, está llenas de historias. Si conocemos el idioma de la Ciencia, los animales del pasado nos cuentan que los cocodrilos se querían comer a las tortugas. Por fortuna para ellas, no en todos los casos lo consiguieron y por eso nos encontramos con un caparazón “taladrado” por el diente de uno de ellos, pero el suceso sólo dejó como secuelas heridas que cicatrizaron. Esto ocurrió hace 42 millones de años en Corrales del Vino (Zamora), cuando los cocodrilos dominaban ríos y tierras en un escenario tropical de corrientes de agua que desembocaban en lagos interiores.
Sin embargo, los cocodrilos más abundantes son el Iberosuchus macrodon, el Asiatosuchus y el Diplocynodon. Algunos de ellos tenía como menú predilectivo una buena tortuga triturada. En la carta de sus restaurantes había platos como Neochelys salmanticensis y Neochelys zamorensis, nombres que indican claramente la procedencia de estas especies y que han sido estudiadas gracias a la labor que durante décadas ha realizado el grupo de investigadores que puso en marcha la colección.

Las joyas de la colección
Entre las joyas están la tortuga mordida de Cabrerizos (Salamanca), la especie Allaeochelys casasecai (de Casaseca de Campeán, en Zamora) o las tortugas gigantes de Arévalo (Ávila), que seguramente nunca entraron en ningún menú por no encontrar un depredador de su tamaño.
Todo este tesoro de la Paleontología nos permite conocer el pasado del reino animal, leer en sus fósiles la historia de una época muy anterior a nosotros que despierta nuestra curiosidad y nuestra imaginación. Tal vez sólo haría falta un museo bien acondicionado que volviese a “desenterrar” metafóricamente estos diamantes en bruto del conocimiento.

Fuente; Ecoticias.com

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